¡A Saltar con la Vida!
¡A Saltar con la Vida!
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Esas son las palabras exactas que Miriam Díaz Aroca pronunciaba en ‘Splash’, momentos antes de realizar su salto, y que dedicaba a todas aquellas personas a las que les falta motivación en la vida, para que tuviesen muy presente que todo se puede conseguir. Bonitas palabras y mejor ejemplo, precisamente, por el momento de superación personal propia que se disponía a efectuar en ese instante con su salto de 3 metros desde trampolín con pánico a las alturas. ¡Prueba superada! Dejó a todo el mundo con la boca abierta.
Bien pues, de eso se trata, de tener en cuenta que son muchos los reveses y momentos de adversidad que la vida pone ante nosotros, y que son muchas las circunstancias en las que, a pesar de la flaqueza, incertidumbre y desamparo que llegamos a sentir, conseguimos superar y salir fortalecidos.
Eso es lo único que importa, sobre todo, si atendemos a dos imprescindibles para ello: 1) la esperanza que albergamos 2) la (auto)motivación que nos hace seguir adelante. Sin ellas, estamos perdidos porque… ciertamente, todo carece de sentido.
Y… lejos de parecer una imprudente o plantear una absurda utopía con los tiempos que corren, soy plenamente consciente de que algo así, ni siempre resulta fácil, ni siempre es algo para lo que alcancemos a reunir las fuerzas. Sin embargo, es algo para lo que, sí o sí, estamos obligados, porque son esas fatigosas y lastimosas etapas en las que más debemos aferrarnos a nuestra esperanza y más debemos ‘pelear como jabatos’ por mantener nuestra (auto)motivación arriba y, en definitiva, la razón o razones que nos impulsan hacia delante y que, con determinación, suponen un potente motor en nuestra experiencia vital.
La desdicha, la fatalidad, la desgracia o el infortunio que, lamentablemente, se sucede a lo largo y ancho de nuestras vidas, es algo para lo que naturalmente nadie está preparado pero, también, es algo para lo que cualquiera de nosotros, afortunadamente, está preparado para enfrentarse a ello, porque cuenta con el recurso más valioso y más poderoso del que el ser humano es poseedor: UNO MISMO. No hay nada igual.
La confianza y seguridad que nos otorga la consciencia de ‘nosotros mismos’, nos empodera lo suficiente como para recobrar al máximo nuestra fuerza interior, rehacernos ante la debilidad y darnos cuenta de que nuestros límites, en realidad, no son nada comparado con todo lo que, sorprendentemente, sí somos capaces de llegar a hacer, a través de la persona que somos. Y, aquí, si hay alguien que corrobora sabiamente mis palabras es el aclamado William Shakespeare cuando afirma que “sabemos lo que somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser”.
Solo por ésto, es por lo que, el compromiso adquirido para con nosotros debe mantenerse firme y sujeto al cuidado y protección de nuestro bienestar emocional, con independencia de los percances antepuestos o consecuencias propias de nuestros particulares tropiezos. Además, conseguir hacerlo desde una actitud que facilite y ‘suavice’ el contexto y estado de ánimo en el que nos hallemos inmersos ‘siempre’ será mucho más saludable y positivo para nuestra salud mental, entre otros, porque nos ayudará a resolver y afrontar problemas desde una posición resolutiva y con mentalidad ganadora.
Ante algo así, muy pocas cosas son las que se nos podrán resistir así que… ¡a saltar con la vida!
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